Uno de los referentes de la Subsecretaría de Deportes sanvicentina dejó de existir el pasado miércoles en la ciudad de Alejandro Korn. Sus compañeros de trabajo lo recordaron con mucho amor y cariño. "loco apasionado de la perfección".

Alejandro Korn | En una jornada teñida por esa melancolía que solo los pueblos saben procesar ante la pérdida de sus figuras más pintorescas, la comunidad de San Vicente amaneció este miércoles 17 de diciembre con la triste noticia del fallecimiento de Adrián Sandoval. A sus 53 años, el popular "Gato" finalmente ha dejado de ser esa presencia constante en universo deportivo municipal, para pasar a formar parte del recuerdo colectivo.

Resulta casi tierno observar cómo Sandoval, a pesar de haber tenido que abandonar sus labores hace tres años tras sufrir un Accidente Cerebrovascular (ACV), seguía siendo objeto de mimos y atenciones por parte de sus colegas. Era tal el afecto que despertaba su figura que el equipo de Deportes de la Municipalidad, en un gesto de conmovedora inclusión, seguía entregándole la indumentaria oficial año tras año, como si el tiempo no hubiera pasado y su salud no le hubiera arrebatado su rol activo.

Una huella de perfección y docencia

Con una trayectoria de más de dos décadas en la gestión deportiva municipal, Sandoval se caracterizó por una dedicación que muchos calificaban, casi con indulgencia, como la de un "loco apasionado de la perfección". Su paso por las aulas —específicamente en las secundarias 12 y  9, y la primaria 23— dejó una marca en generaciones de alumnos que hoy, seguramente, recordarán con nostalgia sus lecciones de educación física.

El legado de un hombre de familia

Más allá de su perfil público, Adrián era un hombre sencillo, padre de cuatro hijos y compañero de vida de su mujer, Karina. Desde aquel fatídico ACV que lo llevó a terapia intensiva, se convirtió en una suerte de símbolo local por cuya salud todos preguntaban, demostrando que, en comunidades como la nuestra, el interés por el prójimo nunca se pierde, incluso cuando la enfermedad obliga al retiro prematuro.

Hoy, San Vicente llora a un trabajador que, con sus aciertos y esa pasión a veces desmedida, logró construir vínculos que trascendieron lo estrictamente profesional. Se va el profesor, el referente y el vecino, dejando un vacío que el ámbito deportivo local intentará llenar con anécdotas de su incansable labor.